Te contarè mi experiencia en el Parque Nacional La Laguna de Tacarigua La Caimana
En unas vacaciones familiares, de esas que uno hacía cuando “era rico y famoso”, nos fuimos a un Resort que quedaba hacia los lados de tacarigua en el Estado Miranda, en Mi Venezuela amada y querida. Resulta que el resort era el más aburrido del mundo entero y sus adyacencias, y lo peor no era eso, lo peor era que íbamos a pasar nueve días allí. Yo sentía que mi alma se iba a despegar de mi cuerpo de tanto aburrimiento, solo jugaban un bingo fastidiosisimooo, imagínense que a los cartones ya ni los números se les veían y marcábamos los pocos visibles con caraotas, SÍ como lo lees con CARAOTAS, ¿ves por qué digo que éramos ricos y famosos?
Bueno en vista de que podíamos fallecer y volvernos mitos y espantos del pueblo, empezamos a buscar taxistas de la zona que conocieran las mejores playas y sitios de disfrute, conocimos a uno que nos recomendaron los trabajadores, se llamaba Lisandro, pues resulta que era demasiado pana y durante esos días de búsqueda de esparcimiento turístico se volvió parte de nuestra familia, nos buscaba a las seis de la mañana en el Resort de la muerte lenta y nos devolvía en las noches tipo nueve, hasta la esposa se hizo nuestra amiga por teléfono, porque lo llamaba y nosotros para que la señora Lisandra como cariñosamente la apodamos, no pensara mal de él y entendiera que estaba trabajando hablábamos con ella y le íbamos contando lo que hacíamos durante el día. En realidad quien mandaba después que nos montábamos en su carrito era él, a fin de cuentas era quien conocía la zona, fuimos a varias playas, restaurantes, sitios en los que se encendían las mejores rumbas a orillas de playa con los locales y de verdad fue un lujo total.
Pero hubo un día muy especial, ese día lo recuerdo como si hubiese sido ayer, apenas llegamos a la recepción nos dijo: -hoy será un día diferente!, pues en realidad lo fue de principio a fin, nos montamos en su carrito y empezamos a rodar, íbamos echando broma como lo hacíamos habitualmente, nos paramos a desayunar en el camino y nos apuró para que llegáramos temprano a dónde íbamos. De pronto para el carro y dice -llegamos! Nos bajamos un poco desconcertados porque para nuestra sorpresa lo que veíamos no era precisamente excelso o hermoso, de hecho recuerdo murmurar entre risas con mi hermana que de verdad sería diferente porque en vez de aburrirnos en el resort lo haríamos en la orilla de eso que ni sabíamos si era una playa, tanto así que no sabíamos si podríamos bañarnos en eso, como fuera que se llamara.
Resulta que en ese proceso de bajar la cava, los bolsos, etcétera, etcétera aparecen dos personas vestidas con uniformes de Inparques (son los guarda parques en mi país de los Parques o Reservas Nacionales), nos saludan muy cordialmente y nos invitan a acercarnos a una edificación que estaba suspendida a manera de palafito en el agua, pues resulta que era la sede del Parque Nacional Laguna de Tacarigua. Ellos empiezan a echarnos un cuento larguísimo sobre los manglares, las aguas que se mezclaban de la laguna y del mar y yo por estar de mala conducta con mi hermana solo escuchaba algunos fragmentos. Cuál es mi sorpresa, que cuando me di cuenta nos estábamos montando en una lanchita tipo peñero, nos entregaron un chaleco salva vidas a cada uno y empezamos a navegar, de repente el señor que va timoneando nos dice: - no vayan a sacar las manos, por esta zona es que está cebaiiiita la Caimana (así cantaito), todos volteamos con una expresión de comiquita en la que se nos caía la mandíbula, y el señor relajadísimo como si no hubiese dicho nada.
Ustedes saben que en todos lados existe un valiente, y alguien que no recuerdo quien fue, porque después de escuchar lo de la caimana me paralice, preguntó. -¿Y quién se supone que es la Caimana? No estará hablando de una de verdad de esas que vienen de los dinosaurios? ¿O sÍ? Acto seguido el señor relajado del que les hablé se ha carcajeado y nos ha dicho: -¿ah? ¿Es que no les dijeron nada? Las aguas de la laguna están fuuuuuull de caimanes, y la Caimana es una hembra grandota, que todos los días llega a dormir cerca de la estación de los guarda parques, esta gordota la condenada!. Yo creo que quería lanzarme de esa lancha para que la fulana caimana me comiera pero porque yo quería no por darle el gusto a ella! Lo cierto es que en un momento el señor vuelve a hablar de las corrientes de agua y nos dice fíjense a su mano derecha el contraste de colores del agua, en verdad yo ni recordaba cual era mi mano derecha pero cuando pude enfocarme me percaté que había una diferencia notoria en los colores de las aguas, del lado donde nosotros navegábamos era marrón, turbia, como chocolate, y del otro lado azul marino intenso y si elevabas más la vista veías los diferentes tonos de azul del inmenso mar. Esta vez quería volverme a lanzar al agua, pero era porque me parecía tan increíble ver que no se juntaban las corrientes y los colores, parecían agua y aceite, estaba en un profundo impacto. Además nos explicaban que inclusive estando tan cercanas una era salada y la otra no tanto, una marrón y la otra azul, una más fría que la otra. Me sentía como de diez años, la curiosidad me mataba. Nos explicaron que el nombre que recibe la calidad del agua esa marrón que parecía chocolate era agua SALOBRE, para mi sorpresa no es salada pero tampoco es dulce, (tuve que probarla, de verdad ya que no podía nadar con la Caimana y sus amigos por lo menos el agua debía probar).
Bueno después de aturdir por todo el camino al señor de la lancha con mil preguntas por fin llegamos a un espacio en el que había muchísimos manglares de lado y lado y poco a poco se iba encogiendo el espacio por donde pasaba la lancha y de repente de la nada vemos una especie de muelle, súper rustico, muy angosto y de verdad me daba miedo bajarme de la lancha, después de todo aun quedaban días para aburrirse en el resort, ¿cómo podía desperdiciar eso? Todos nos bajamos poco a poco y empezamos a caminar, y de estar en un túnel vegetal de manglares, empieza a abrirse el paisaje y ¿cuál es mi sorpresa? Era horrendo! no podía creer que después de casi ser el bocado de los caimanes yo llegara a un sendero espantoso con solo un letrerito en madera que decía: Bienvenidos a Tortuga Lodge/ Welcome to Tortuga Lodge.
De nuevo empecé a reír con mi hermana, y le decía cosas así como: -oye este lugar tan horrible y hasta la bienvenida en inglés te dan! Pero definitivamente tres o cuatro pasos más adelante las palabras de Lisandro retumbaron en mi cabeza, cuando subí la mirada entendí el por qué de su afirmación al decir que sería un día diferente, no podía moverme, no podía creer lo que mis ojos veían, un azul que se confundía con el cielo, no sabias donde terminaba el mar y donde empezaba el firmamento, arena blanca totalmente, nada de basura por ningún lado, una brisa excelsa, chozas rudimentarias pero lo suficientemente grandes para que entrara una familia entera, de un lado una choza mucho más grande, decorada con esqueletos marinos, una mandíbula de ballena, caparazones de tortugas enormes, con mesas y un chamo que atendía la barra, quien en seguida salió a atendernos y darnos la bienvenida, nos explico que ese era el restaurant, las chozas eran para los visitantes y nos señalo la parte posterior al restaurant, allí habían unas especies de villas pegaditas una de la otra, hermosísimas, con una hamaca invitándote a quedarte a vivir en ese lugar. De verdad un sitio inimaginable, un espacio que no puedes creer que exista y que además tan poca gente conozca.
Resulta que previamente era un espacio de visita público pero otra de sus grandezas, es que es el sitio de desove de cuatro especies de tortugas marinas, los pocos trabajadores que allí había nos decían que era una experiencia hermosa verlas llegar y verlas irse, que era imposible no enamorarse de ese estilo de vida. Y por esa razón el instituto de Inparques era tan cuidadoso de ese espacio ya que era un santuario, y se procedió a privatizar ese espacio de costa. Contaban también que algunas veces los caimanes son arrastrados por las corrientes marinas que son mucho más fuertes que las de la laguna y los guarda parque son los encargados de reubicarlos, que es una labor titánica pero lo hacen con todo el amor del mundo.
Pasamos todo el día allí y de verdad queríamos quedarnos pero los costos eran elevados y de verdad no íbamos preparados, porque seguramente lo hubiésemos hecho de tener todas las provisiones. Llego la hora de irnos, esperábamos sentados como niños buenos en el colegio en un banquito a la orilla del muelle, de verdad ni nos movíamos porque de los manglares salían ruidos y movimientos que nos tenían nerviosos, seguros estamos de haber visto los ojos de un caimán, hoy en día fantaseamos con que se iba a comer a alguien, yo siempre he preferido decir que sería a mi hermana, así yo hubiese podido contarles todo igualmente pero sin el tono de chiste. Al fin llego el peñero hicimos el retorno ya casi cayendo la noche, subiendo la marea y un oleaje un poco agresivo, nos bajamos en la base de Inparques empezamos a guardar todo en el carro y nos devolvimos a agradecer la experiencia. Pero aún quedaba algo más por ver, el jefe de ellos estaba sentado hacia la ventana que da a la laguna y nos dice vengan un momento, nos señalo un punto en el agua. Para nuestra grata e indescriptible sorpresa allí estaba ella, relajada, gorda y muy seria, “La Caimana”.
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